La Poesía

Sé que un poema no puede quitar el hambre ni cambiar la miseria humana, pero su irradiación ayuda a vivir contra toda adversidad. El poema es un sueño que se materializa a través del lenguaje y se recrea en otras utopías en la vida diaria. Escribo porque creo en el mito ancestral y en el poeta como un guardián de ese fuego que es el único que nos devuelve el rostro y nos abriga . el espíritu: el hombre al ritmo de las estrellas y de la hierba; esa quizá es la única nostalgia válida. Sé también que intentar la poesía no tiene sentido si el que la pretende es un personaje antipoético, si actúa en contra de la vida: de ahí la difícil tarea: la poesía nos debe humanizar, sin que esto signifique una actitud ideológica, sino una estética de la existencia.
Pedro Salvador Ale


martes, 27 de septiembre de 2011

VOLAR DE VER DE VOLAR

  VOLAR DE VER DE VOLAR



            
             PEDRO SALVADOR ALE



Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa (….) y el general no ejecutase la orden recibida, ¿ de quién
sería la culpa, mía o de él?

                                                                    Antoine de Saint- Exupéry
                                                                            El Principito



De todo eso un gran pájaro vuela,
sus alas atruenan en la diversidad del mundo.

                                               Enrique Molina

































                                                 I


                              Volar de verde volar


I

Es un pájaro de alas cortadas

una muñeca de trapo

una corona de laurel

una mujer que canta

su música de sangre.


Nadie le cierra la herida

es una canción vacía

en el aire de la luz

en la memoria del hombre.





II

Que la música deje sus notas en un pubis, tense

sus cuerdas con las crines de los caballos,

entre al sueño de los tristes para lavarles la memoria,


mezcle su rumor al silencio de los lagos,


que la melodía se guarde en las páginas de un libro

o en una botella de vino ( que son lo mismo),

que este amor sea un árbol de abrigo en tus manos.


III


La música como sabrán, vuela y hace volar,

esa levedad del no ser es lo que cuenta,

el yo no puede tocar un instrumento, hacer

el amor, subirse al tren de los misterios,

decir su nombre:


quien lo pronuncia te sueña burdamente,

el vuelo es algo más que vencer la gravedad,

oleaje de lo inapresable,

fugaz universo de tus ojos, la mirada que

aprende el amor después de haberlo perdido.

IV


Hacer música para los ángeles, me parece perfecto,

hipnotizar a las más bellas mujeres,

más que bien,

conmover a los hombres rudos,

casi sublime.


Entre piel y oído dar soberbios conciertos

es la locura;

mas no debes olvidar hacer la más iluminada

vibración del instrumento

con todos los músicos del pasado
                                                
                                      colgados de tu brazo.

V
Memoriza poemas para preservar la poesía,
si Lao tse  y Hafiz lo hicieron cuando
la natura era ella y no lo que el hombre
quiso.
Memoriza poemas, se escribe mucho y
son pocas las monedas de oro por la palabra;
el cerebro es algo más que una masa gris,
como las nubes, es más etérea,

es conciencia
que llueve preguntas
o certezas que te ayudan
a vivir.

Si cortaron cabezas de discípulos memoriosos,
dicen que salieron melones en la nieve,
que los textos hoy caben en pequeñas
ediciones.

Memoriza poemas de tus hermanos,
poca gente lee o mucho da igual:
sabrás que la poesía es una herida,
allí se bebe miel más allá del tiempo.

VI

El músico tiene una enfermedad que no se cura con alcohol,

llora por las manos el oído todo el cielo de las cuerdas;

el violín no sólo es un baúl, es un árbol que toca los vuelos

a través del aire, en donde la voz no ocupa el espacio ni


el tiempo ( si es como dicen que la música tiene tiempo),

el sonido es una gota de rocío, un destello,

es agua, un río de piernas abiertas, el filo de un vaso  

que esconde, guarda, corta los recuerdos de un hombre solo.



VII
                                                             


Harás música si conoces el secreto del bosque

de tu infancia, si piensas lo que pasó

entre el primer, el último abandono;

en cada nota se evitará un naufragio,


en cada melodía lloverá sobre el desierto.

Harás música si sabes que para el amor están

como un resplandor las manos vacías,

si cavas en tu latido hasta el origen de la voz.


Harás música si te desnudas del pasado al amar,

si danzas bajo la lluvia,

si cruzas cada día el desierto de tu propio ser,

las arenas profundas de tu sangre.



VIII


Uno es irrepetible número que estrecha su lazo incompleto,

no se puede sumar el sueño ni la memoria ni el dolor;

uno no es doble, el espejo miente, no es dos el día ni la hora,


ni el sueño: se quiebra el vaso, escapa su vacío;

no es dos la furia, ni el amor en otro es dos, lo intentamos

pero basta de fingir, el uno es frágil y certeramente mortal.


Uno es el pulso, uno a uno la vida, una la palabra, uno el azar,


uno el dios sin reino, uno el uno sin país, sin frontera el uno,

uno el humo de la ceniza de los huesos, una la mil veces

muerte, uno el relámpago del verso que mata y en toda una vida.



IX


Cuentan que el joven Huidobro visitó a un chamán Aymara,

en esas alturas andinas mostró su inquietud, misterio, duda

sobre la poesía; el viejo sabio le dijo con el frío que cortaba

los sueños- “poeta no hables de la lluvia, haz llover”.


No supe si el mago chileno hizo caer agua, sólo sé que dijo

“hay que hacer florecer la rosa en el poema”, alquimia o magia.

Ahora ignoro si en la poesía algo nace como flor o planta o

árbol como las venas de mi sangre, porque la savia del


mundo se muere, se mueren los poetas, así dicho, si el latido

es una rosa marchita, emblema de los reinos, del amor o desamor,

rosa cósmica, ahora el poema es agreste como el cemento, la

urbe, en que las estrellas son un recuerdo o una fotografía apenas.


No sé qué es o será la poesía sino ésta herida abierta, este sol sin

palacio de bosque, porque ahora el único árbol vivo es el hombre,

quizá florecerá en su palabra, en el sueño de su palabra, la poesía,

él mismo, el poema, la escritura de su sangre, la música del verbo.


X


El músico crea mundos, universos, vidas : tiene máscaras,

un sólo rostro; se mira en un espejo de obsidiana  y

encuentra constelación de signos,

un poema , la memoria en blanco,  el ying yang,


un estallido de sangres, un árbol de fuego haciéndose

esplendor ; exiliado de música interpreta la danza

de sus espíritus, sutiles fronteras entre la forma, el vacío,

la nada : arroja su magia, esa red para pescar milagros.
XI


Me cuelgo de palabras aferrado a su música como un polizón,

¿le veré algún día su entrepierna de ángel?

vuela en gimnasia con versos,

ejercita equilibrios en la cuerda floja del hambre.


Hacer música no es coincidir con nadie,

la magia existe por sí misma entre silencios,

si el mago no piensa la vibración entra y sale de su ser

atada a las raíces de un árbol milenario.


Hacer música es curar un dolor en el pecho, hacer bailar

al cojo, violentar el cerrojo del latido, abrir la mirada

del ciego, poner la mano al beso de la suerte,

abandonarse.


XII


El llamado de los tambores es viejo como el vacío mismo,

el sonido adentro de un tronco

el choque de dos piedras bajo el agua.


La luna es un tambor goteante , el llamado del bosque,

tu propio tam tam si ella se acerca a mirar el abismo

de su propio deseo.


La luna es así, la sembraron las cuerdas de la nada,

allí suena la fertilidad del universo: el primer sonido

abrió un baile que alguien soñó para hechizar al mundo.


XIII


Un hombre abre el estuche de su instrumento:

salen mariposas de música antigua,

se disculpa pensando en la travesura

del tiempo, toca las cuerdas,

su nostalgia abre el sueño de los muertos.


Mezcla las fotografías en su memoria,

van en voces por la madera,

desgracia sin más límite que su recuerdo:

ausencia en juego de palabras de amar.


El músico se ilumina de almas que huyeron

de un paraíso, gira su lágrima de un ojo a otro,

novia lágrima quiere ser del ojo derecho,

no hay otro espejo para mirarse el dolor.


En el último compás el músico respira los

colores de sus muertos, cierra el telón

de su pasado, piensa en la historia que somos,

en la voz de una sangre que no duerme.


XIV


¿Recuerdas la primera vez que supiste de la música ,

la conociste por el oído leyendo un libro de Neruda,

Vallejo, Pellicer?


¿Fue esa mañana que huiste de la escuela,

escuchaste por horas a los pájaros de una plaza,

el ruido de las pisadas de tu ángel sobre el río?


Venía de unos ojos ese temblor;

pasaron décadas, ni palabra, ni misterio te abandonan,

por imposible poesía, los justos amantes viajan juntos.


XV


La muerte es el silencio que se disculpa,

se la puede decir sin palabras;

el silencio tiene una memoria

en la pausa del latido,


está más allá de las imágenes,

de la música, de las cuerdas,

de las membranas del ser y el no ser;

estos oleajes que se juntan son


dos tajos de la existencia;

el silencio va más allá,

el sonido es el oleaje del silencio,

el filo, la frontera del silencio;


el que escribe para los oídos

será llamado; si el hombre

está dispuesto la música viene desde

un silencio remojada por otros silencios.


XVI


A la mujer del músico le gusta el cigarro, las flores del campo,

el nombre en un trozo de papel ;

el destino vuela en armonía,

es un centro que lo sabe todo.


La mujer del músico baila, dibuja estrellas en el piso,

dice lo que tiene que decir, baila desnuda,

su equilibrio es la llama de una vela en el ombligo,

alguien la aplaude, ella muestra su rostro sin miedos,


le da de comer al sueño huérfano.

Eres el primer testigo de su voz, su mejor cliente,

el amanuense que cuenta las deudas, el que enumera sílabas,

el que paga todas las noches por amar sin ningún tipo de celos.


XVII


Corre veloz la poesía como una yegua loca de su propia carrera,
por los bosques del lenguaje, el latido del otoño,
caliente bajo la lluvia del sur, corre la poesía en la locura,
ha perdido los cardinales, vaga al azar como una enferma, no le
gusta lo que es, lo que es desea más, la imagen de lo que desea

no la deja dormir, duerme para que la imagen vea cómo quiere a
ese deseo , danzando ante ella centellea una y otra vez esa estrella
de su ombligo que todo lo sabe, la quiere tomar, se fuga, ya lejos
la llama hacia el abismo de sus labios, no le gusta lo que es,
lo que es desea más y más ser como una yegua loca de su carrera.


XVIII


La música resuena en la memoria de los caballos

antes de la carrera, el más veloz la recuerda,

sabe que el tiempo lo llama desde la meta,

sus patas son cuerdas tensas sobre la tierra,


quedan atrás los otros caballos, los espectadores y

la muerte, son silencios reunidos,

el único que corre es el instante adentro del caballo

en una melodía.



XIX


Si el músico pierde la poesía, se muere de hambre,

la palabra es la sopa, el pan, el venado mágico,

su garganta dulce para cantar el agua del  bosque;

uno se pone de rodillas para rezarle a la muerte,


de pie para el amor, se camina atrás del sueño

olvidado por los sabios; al final habrá poesía

en la balanza, mucha vida de este lado del ojo;

si el músico pierde el verso es como perder un paraguas


en la tormenta, los helados de la infancia, el primer,

el último beso ( por unas cuántas monedas de oro),

perder la última bala, la última carnada para la pesca;

en el estuche de su instrumento guarda hierba


para caballos moros, retratos de antes de la guerra,

cartas de amor con el filo de viejas madrugadas;

si se pierde la poesía, desaparecen los años por venir,

no enfrentas al tiempo, no danzarás ante la muerte.



                                       II



                        Volar deber de volar