La Poesía

Sé que un poema no puede quitar el hambre ni cambiar la miseria humana, pero su irradiación ayuda a vivir contra toda adversidad. El poema es un sueño que se materializa a través del lenguaje y se recrea en otras utopías en la vida diaria. Escribo porque creo en el mito ancestral y en el poeta como un guardián de ese fuego que es el único que nos devuelve el rostro y nos abriga . el espíritu: el hombre al ritmo de las estrellas y de la hierba; esa quizá es la única nostalgia válida. Sé también que intentar la poesía no tiene sentido si el que la pretende es un personaje antipoético, si actúa en contra de la vida: de ahí la difícil tarea: la poesía nos debe humanizar, sin que esto signifique una actitud ideológica, sino una estética de la existencia.
Pedro Salvador Ale


jueves, 9 de junio de 2011

CRUELDAD Y AUTOCENSURA

Cuando se trata de hablar de violencia, casi siempre se la relaciona a la irracionalidad, sin embargo,  la tesis contemporánea al respecto nos dice que lo que en realidad existe  es la crueldad. Y la crueldad  es una estrategia  para provocar meticulosa y paulatinamente miedo y dolor, lo que la liga inexorablemente a la razón.
Pero los expertos en la aplicación de este método, no piensan en la violencia en sus diversas expresiones, piensan en la violencia bruta, como en un estado puro y no en la crueldad de las medidas que genera miseria  y a su vez, violencia.
Apoyados en una filosofía económica sitúan la violencia  en el terreno animal, es decir, de lo irracional. Para ellos, es un rasgo de la sinrazón, del hecho de estar loco continua o temporalmente. Entonces, todos los genocidios que se han cometido y los que se siguen cometiendo  ahora, se achacan al lado animal del hombre que, bajo una estructura liberal y científica , se podría llegar a corregir.
De esta manera, siempre es la delincuencia y el crimen organizado el que debe combatirse, nunca los grados de marginalidad y pobreza  que son- para ellos- el resultado de un pasado de políticas erróneas- que están tratando de modificar en las esferas de las decisiones económicas, pero con la salvedad… de que comienzan siempre desde arriba.
Pero sí, la violencia que se vive es absolutamente racional, es organizada, es calculada. Hitler no era ningún loco, es más, estaba rodeado y asesorado por científicos, economistas y filósofos.
Y en la actitud represora del sistema sobre los distintos focos  o zonas marginales de supuesta mayor delincuencia , yo digo si realmente fueran delincuentes vivirían en zonas residenciales de lujo y no allí, en casas de cartón. ¿Me explico? Digo la represión hacia las zonas más pobres no está dirigida por “salvajes e ignorantes” aunque sus instrumentos y sus métodos lo sean, ellos en ciertos casos, son más capaces de pensar que muchos otros a quienes ingenuamente llamamos razonables y humanos.
Es necesario ya no situar a la violencia en el terreno de las pasiones. La violencia cada día más vergonzosa ante la crisis se manifiesta sólo bajo tipos de racionalidad. Ahora, sí es cierto, existe una violencia instaurada que provoca falta de deseo, miedo, indiferencia, pareciera , sobre todo, en los medios de información que la única guerra que se libra es la del mercado y la violencia o a decadencia venden, se consume, como un producto más.
Y en las expresiones cotidianas, la burla, el escamoteo del cuerpo, donde no hay ni polémica ni crítica activa ni de fondo, como si una marea de conformismo, tedio y chatura,   hubiese invadido como un sunami  todos los ámbitos.
Quizá tantos años de inercia hicieron de la burla, del rodeo, de la demagogia un hábito, y no sólo hablo de los políticos ni del cuarto poder, sino de la población en general que aprendió muy bien, por desgracia, a mentir y a mentirse todo el tiempo. Todo eso ligado a  una tradición de viveza y picardía, a un estilo dulzón que se manifiesta en los programas televisivos de opinión periodística, donde es más fácil ocuparse de dimes y diretes de funcionarios, que parecen más comadreo que  política de verdad.
Esa es la actitud según la cual el individuo es equilibrado y si deja de estarlo, es debido a la violencia social. El que puede parodiar la realidad hace algo, pero el silencio no es algo, es simplemente la ausencia de opinión. Y no es que el intelectual no tenga nada que decir, no, no se atreve a decirlo, porque el síndrome del intelectual es la paranoia, así como el síndrome del obrero o de cualquier empleado es que lo puedan despedir. El intelectual dice: ¿ lo digo o no lo digo? Y lo que es peor, muchos si siquiera lo dudan. Hay todo un imaginario de la muerte, porque se ha demostrado y se sigue demostrando que nadie se salva por nada.
Los resultados se ven a nivel macropolítico, cuando los dirigentes hablan con el pueblo como si se tratara de un hijo malcriado o un sobrino, con discursos que tratan de convencer, de lo que nadie cree, esa reconvención no es un llamado a la violencia, sino que es la que la permite. No dudo, que cada vez que hace una declaración absurda algún mal funcionario, muchos piensen en tomar las armas.
Pero no sólo se puede hablar de paranoia, sino de la indiferencia, la más absoluta inexpresividad ante la provocación de medidas recalcitrantes para la mayoría.
La retórica forma parte de un mundo que se está yendo, que más bien ya se fue. En las escuelas básicas y en las universidades ya casi no se dan clases, se utilizan Internet, las pantallas , satélites, se reciben mensajes de otros países , por eso la cátedra ya se convirtió en algo impersonal. La palabra ya no se usa porque para este sistema vale poco, a menos que esté garantizada. Todos los que trabajan con ella, la palabra, saben que produce efectos, efectos de seducción, lo que sucede es que ha llegado a cierto tipo de saturación. Todo cada vez es más previsible.
En todo caso  se ha perdido el arte de la conversación, el poder lo tiene el universo de las imágenes, luego sigue lo que suponemos es música y desde hace tiempo se ha valorado el silencio como gesto de seducción.
De esta manera la aceptación hacia la impunidad, la sospecha, la violencia tienen más campo de acción, ante el sometimiento de la palabra y de la crítica formal, sólo queda el rescatar aquellos fragmentos de conciencia y de humanismo que puedan acercarnos a la reflexión y a la participación razonable en un mundo cada vez más convulsionado por el oscurantismo informativo, el desinterés y la mediocridad organizada objeto de la crueldad , la barbarie y la autocensura.

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